Don Primitivo y los trebejos díscolos
Tenía ya don Primitivo una
edad en la que el cerebro estaba demasiado oxidado y demasiado bajo en
neuronas.
Siempre le había gustado a
don Primitivo el ajedrez y, aunque nunca había llegado a ser un buen jugador,
siempre fue un excelente aficionado.
Se vanagloriaba, cada vez que se le presentaba
la ocasión, de que había hecho tablas con Arturo Pomar en unas simultáneas, y,
decía —Arturo Pomar no es moco de pavo, ya que este jugador con 12 años hizo
tablas con Alekhine, y más tarde con el más grande: Bobby Fischer.
Conocía Primitivo el nombre
de los grandes jugadores mundiales: Fisher, Alekhine, Kasparian, Euwe,
Capablanca, Najdorf, Botwinnik, Nimzowitsch, Lasker, Tarrasch y otros muchos.
Había estudiado algunas de sus partidas, pero quien más le había llamado la
atención fue Joseph Henry Blackburne al que sus rivales denominaban “el peligro
negro”. Estuvo este jugador jugando hasta más de los setenta años con un alto
nivel. Ganando incluso a jugadores como Alekhine o Nimzowitssch; por una
partida con este último en Petersburgo en el año 1914 le dieron el premio a la
brillantez en un torneo. Don Primitivo se la conocía de memoria.
He aquí la partida:
Blackburne - Nimzowistch
1º.
e3 d6 2º.
f4 e5 3º. fxe5 dxe5 4º. Cc3 Ad6 5º. e4
Ae6
6º.
Cf3 f6 7º. d3
Ce7 8º. Ae3 c5 9º. Dd2 Cbc6
10º. Ae2
Cd4
11º.0–0
0–0 12º.Cd1
Cec6 13º.
c3 Cxe2+ 14º. Dxe2 Te8
15º. Ch4 Af8
16º. Cf5 Rh8
17º. g4
Dd7 18º.
Cf2 a5 19º. a3 b5 20º. Tad1
Tab8
21º. Td2 b4
22º. axb4
axb4 23º. c4 Ta8 24º. Df3
Ta2 25º. g5 g6
26º. Cg4 gxf5
27º.Cxf6 Cd4 28º. Df2 Dc6
29º. Cxe8
Dxe8 30º. Axd4 exd4
31º. exf5 Ad7
32º.Te1
Df7 33º.
Dh4 Ta8 34º. Tf2
Ac6
35º. Dg4 Te8
36º. Txe8
Dxe8 37º. Te2
Dd7 38º.
Te6 Aa8
39º. g6 hxg6
40º. Txg6
Dh7
41º. Dg3 Dh5 42º. Tg4
Últimamente don Primitivo no
dormía muy bien, y además se pasaba las noches soñando cosas raras.
Las últimas noches don
Primitivo soñaba que jugaba una partida de ajedrez en la cual él jugaba con
blancas y las negras jugaban solas. Y era que las piezas le hablaban y se
rebelaban contra sus movimientos.
¿Pero, cómo a tu edad te
atreves a jugar una española? — le dijo el rey blanco a don Primitivo. Tú ya no
estás para jugar aperturas abiertas, es mucho mejor jugar una apertura cerrada.
Tenemos más posibilidades de ganar con las cerradas ya que en las aperturas
abiertas te descuidas con facilidad y el equipo negro nos ganan rápidamente.
Bobby Fisher casi siempre
jugaba aperturas abiertas y llegó a ser campeón del mundo, ¡listillo! – le
respondía don Primitivo.
Ja, ja, ja —le respondía el
rey— te quieres comparar con el gran Fisher, ¡pobre pardillo!
En otro momento era el
caballo el que protestaba: Siempre me cambias a mí primero, ya estoy harto.
Siempre prefieres antes al alfil que a mí, y yo, que lo sepas, soy muchísimo
más valioso que el alfil y sobre todo al comienzo de partida.
Y así noche tras noche; unas
veces la dama, otras veces las torres y casi siempre los peones, que se negaban
todos a que los retirasen tan pronto del juego. Todos se mostraban díscolos con
los movimientos de don Primitivo.
Quizá podemos imaginar que
los trebejos al ser seres inanimados, no sentían la compasión y la compresión
que hay que sentir con personas de esta edad y en este estado.
El caso es que don Primitivo
sufría muchísimo en sus sueños, y más de una vez sudoroso y jadeante se
despertaba gritando: «“¡porque a mí me da la gana,
y se acabó!” “¡Yo soy quien manda, cojones!” “¿Qué te crees tú?”»
Y sucedió que una noche
teniendo un enfrentamiento muy duro con la dama, porque en una jugada le dieron
un jaque doble donde la dama quedó apresada. Discutieron acaloradamente, se
insultaron sin mesura de ningún tipo y fue que en un momento de la disputa don
Primitivo dejó de hablar, se quedó dormido, dejó de soñar y de sufrir y nunca
más volvería a tener sueños de ningún tipo. Acabó su última partida en un
sueño.