Estoy tumbado en mi cama mirando al techo y
escuchando aquella canción, que antes tantas y tantas veces habíamos escuchado
juntos, y pensando en lo sucedido. En mi
mente se van mezclando los acordes de la canción con los desagradables
recuerdos de este día, y todos los
acontecidos en nuestros años juveniles. Nada es más desagradable que comprobar
que todo lo que has tenido como algo excepcional, de repente, se ha convertido
en pura falacia. Cómo las fortalezas se transforman en castillo de naipes, o
cómo un sueño se convierte en la
pesadilla más atroz.
La
misma pensión con el mismo hambre en la misma habitación
vivíamos… Rogelio y yo
Lo recuerdo en el colegio en nuestro pupitre de madera. Un agujero en el centro
para el tintero, una ranura para el lápiz y aquellos asientos replegables.
¡Tantas horas juntos los dos! Fueron muchos años los que compartimos juntos en
ese pupitre, en esa escuela, con don Antonio, el profesor, y luego después en
la academia. Al principio nuestra forma de ser no era nada compatible, y se podía decir que él no era muy sociable con
nadie, ni dentro ni fuera del colegio. Pero conmigo, a partir de que se enteró
de que me dejaron sentado en la puerta de la iglesia con la maleta en la mano
esperando a un misionero que me tenía que llevar a un seminario y que no se
dignó a presentarse nunca, y eso que aguanté toda la mañana esperándolo
inútilmente; a partir de este acontecimiento se hizo menos huraño, más cercano y
nuestra amistad se fue consolidando.
Bajo
el mismo techo con el mismo frió tiritando en el lecho
dormíamos… Rogelio y yo
La
iglesia —me dijo— es la mayor secta del mundo, solo va a sacar beneficio y todo lo que predica es pura hipocresía; ahí
se han fabricado los mayores embustes de la humanidad y se han tergiversado la
realidad todo lo posible para el propio beneficio de sus dirigentes; ellos
siempre han sabido que cualquier mentira contadas miles de veces se acaba por
instalar como verdad. ¿Por qué crees que
una religión que su quinto mandamiento manda no matar, ha sido ella,
precisamente, en nombre de su Dios, la que más inocentes ha matado? ¿Qué te
parece que a un Dios que predicaba la pobreza lo estén representando un Papa,
unos cardenales y unos obispos que viven opíparamente en suntuosos palacios
rodeados de riquezas? No estés triste por esto, que has ganado mucho, Obdulio.
Con el mismo coche la misma mujer y la
misma noche
soñábamos… Rogelio y yo
El conflicto que hubo en el pueblo cuando el
párroco se vio envuelto en un lío de faldas en el cual dos señoras en la misma sacristía se agredieron con
tirones de pelos y arañazos en el rostro; todo provocado porque bien por un
error del cura o por un error de una de ellas, las dos se presentaron a la
misma hora para tener un rato de consuelo religioso con el representante de
Dios en la tierra, o quizá para desgastar un poco las garras al deseo ya que este tipo de señoras lo suelen tener
custodiado en armarios muy secretos. Poco tiempo después, del tan desagradable
y muy aireado espectáculo, el párroco pidió la baja a la Santa Sede y se casó con
las más rica, ¡quizá solo fue casualidad! Este hecho me hizo creer un poco más
en la teoría de Nicasio, y mi empatía
hacía él fue creciendo progresivamente, al mismo tiempo que me iba alejando de
mis antiguas creencias, más cercana al cristianismo y sus virtudes.
En el mismo trabajo el mismo sudor y el
mismo fracaso
luchábamos… Rogelio y yo.
Con el resto de compañeros mejoró mucho su estima
cuando, estando ya en la academia, un día, al no saberse la lección, el
profesor lo llamó para golpearle la palma de la mano con la regla, como tenía
por costumbre este profesor. Supongo que aquí pasaba como en todo sitio que
había profesores, casi siempre los peores, muy amigos del castigo. Ese día él
se levantó se fue hacía el profesor y plantándose ante él con las piernas
abiertas, los brazos cruzados y la cabeza erguida le espetó: —“a mí, tú no me vuelves a pegar más”. Ese tú, dejó a toda la clase
en silencio y expectante. Nicasio estaba tranquilo, firme y desafiante; al
profesor le temblaba las piernas, se
ruborizó, le salió un tic nervioso en el ojo izquierdo que no podía
disimular. Así estuvieron un rato hasta que el profesor lo mando salir de clase.
Seguramente que en la siguiente reunión de profesores este tema estuvo muy
presente ya que a partir de aquel día no se volvió a usar la regla ni ningún
otro tipo de castigo con los estudiantes. Pero la acción de Nicasio se propagó efusivamente
por toda la academia y eran muchos los estudiantes, que nunca antes le habían hablado
o no lo conocían de nada, que lo felicitaban y lo auparon al trato de héroe.
Siempre me pregunté por qué Nicasio se rebeló
contra este comportamiento, si al fin y al cabo, a él, que le pegasen en
clase le importaba un pimiento; mas yo creo —y esto es pura deducción mía— que
todo se fraguó el día que este energúmeno de profesor le pegó a “Juli”, la única chica que había en
clase. “Juli” era alta y guapa y simpática y se llevaba bien con toda la clase,
y aunque no era una estudiante brillante
sí que era participativa y aprobaba todas las asignaturas, y jamás ningún
profesor la había humillado como se le ocurrió humillarla a este destructor de
la enseñanza. Ella no lloró y aguantó estoica los golpes, pero sus ojos acabaron
lacrimosos y su orgullo dolido. A Nicasio en este acto lo vi levantarse para
protestar, pero al final se calmó. Tenía en la mano un lápiz y lo rompió en dos pedazos, produciéndose una herida en
uno de sus dedos y quizá eso le hizo calmar su ira. Creo que a partir de este
momento él fue programando su cerebro para que eso no volviese a suceder, y como es
palmario, que todo profesor agresivo también es cobarde, al final Nicasio
ridiculizó al profesor y consiguió acabar con los inútiles castigos que no
conducen a nada positivo.
Ya no te
acuerdas Rogelio de aquella cantina del viejo Anselmo
y su acordeón.
Era
por naturaleza que siempre le salía ese espíritu quijotesco cuando de alguien
débil se trataba. Yo lo vi más de una vez que al cruzarse con Toñete (el tonto
del pueblo) siempre lo trataba con dignidad, y más de una vez se enfrentó a
otros chicos que se reían de él; siempre le ofrecía su mano, la que Toñete
estrechaba con gran alegría; hablaba con él como con cualquier otra persona y
alguna que otra vez le entregaba una peseta para que se comprase lo que desease.
Siempre después de cruzarse con Nicasio, Toñete era la persona más feliz del
universo. También un día me presentó a don Ramón, un señor que se dedicaba a
dar clases a los analfabetos, y que iba por las casas de los que lo
contrataban. Don Ramón era un jubilado, persona de una bonhomía inigualable y
aunque no sabía escribir correctamente, sí que tenía una bella letra que
cautivaba. Me contó que estaba jubilado y que como estaba soltero vivía con una
hermana que le administraba la pensión,
así que don Ramón solo tenía para sus gastos los pocos duros que sacaba de sus
clases particulares a domicilio. El hombre siempre iba mal vestido, con un
pantalón de rayas finísimo, algo corto de piernas y con una chaqueta raída con
el cuello lleno de una mugre que brillaba como un zapato de charol, y que para
averiguar su edad habría que contratar a algún antropólogo.
Cuantas las noches nuestro vino alegró,
cuantas noches que tu música tocó
cuantas noches que tu música tocó
Tenía Nicasio la cualidad de sorprender a
cualquiera y así ocurrió, un día en
clase de literatura, cuando el profesor, don Bernardo, nos preguntó a todos qué
libro de los que habíamos leído nos había gustado más. De todos los que
contestaron solo unos pocos habían leído entero un libro; la mayoría no habían
leído un libro jamás. Cuando llega el turno a Nicasio, este muy tranquilo
responde que El Quijote. No pudieron gran parte de la clase contener las
risotadas y hasta el mismo profesor se tuvo que sonreír. Vamos, Nicasio, no me
metas esta trola que no pasa —le dijo el profesor.
Pues bien —contestó él.
Vio el profesor la tranquilidad de Nicasio y le
dijo que si le demostraba que había leído el Quijote, le aprobaba todo el
curso. Cómo se lo demuestro don Bernardo —dijo Nicasio. Espera un poco, dijo el
profesor y salió de la clase; al poco apareció con dos tomos de El quijote y le
dijo a Nicasio que le iba a hacer algunas preguntas y si se las respondía
correctamente, él cumpliría su palabra. Pues vamos allá, empiece —le respondió—.
Todos nos quedamos más que abobados de ver cómo Nicasio respondía correctamente
a todas las preguntas sin dudar ni fallar en ninguna de ellas. La pregunta que
nos hacíamos todos era la misma: ¿pero este tío se ha aprendido el Quijote de
memoria? El profesor viendo que Nicasio no se había tirado ningún farol quiso
tensar más la cuerda y cada vez
complicaba más la pregunta. Si las primeras fueron las más sencillas: ¿Cómo se
llamaba el Quijote? ¿Cómo su caballo? ¿Cómo su dama? Luego la dificultad fue en
aumento: ¿Qué era el yelmo de Mambrino y a quién se lo ganó? ¿Quién era el
caballero de los Espejos? ¿Quién era Maese Pedro y qué ocurrió entre él y don
Quijote?, y muchas más preguntas que Nicasio respondía con total seguridad y
tranquilidad. Hay que dejar bien claro que don Bernardo cumplió su palabra y
Nicasio aprobó literatura. Al fin y al cabo aprendimos todos más de este ilustre
libro con este test, que si lo hubiésemos leído.
Cuantas las noches que al oír esa canción,
tú te reías y reía yo
tú te reías y reía yo
Un día, mientras nos bañábamos en la
desembocadura del arroyo Salado, (nos gustaba bañarnos aquí porque decían que
el agua del mar es buena, pues pensábamos nosotros, que las aguas salobres de
este arroyo sería también buenas) nos encontramos un puñal en muy buen estado y
que nosotros dedujimos que era de la época romana (por lo menos era
bastante parecido). En aquel momento no
supimos valorar nuestro hallazgo, mas aquello hizo que nos interesáramos por la
vida de los romanos.
Sobre el arroyo salado hay un puente romano que durante
muchos años aguantó todo el tráfico que por él pasaba sin que jamás ocurriese
nada, sin embargo cuando lo sustituyeron por otro nuevo, éste un día de lluvia
acabo cayéndose, muriendo varias personas. Recuerdo
que a los pocos días del suceso, proyectaron en el cine la película “Un puente sobre el río Kwai”, y Nicasio
quedó admirado de la película y del comportamiento del coronel Nicholson.
Al salir del cine me dijo: Ves, Obdulio, si el
ingeniero del puente moderno hubiese sido tan eficiente y comprometido como
este coronel, el puente nuevo no se habría hundido.
Y nos despertaba el sol
llenos de vino, llenos de ilusión
llenos de vino, llenos de ilusión
Algo que no
pudo con ninguno de los dos fue el tabaco. Muchos compañeros fumaban, a
escondidas de sus padres, y nosotros también lo intentamos. Había un quiosco al
que llamábamos el quiosco de Curro y donde vendían cigarrillos. Un día fuimos y
preguntamos a Curro: ¿tienes Bisontes sueltos? Curro nos miró un poco incrédulo
y nos espetó: SÍ. Pues denos dos — le dijimos. La incertidumbre de Curro al
darnos los cigarros lo averiguamos después, pues al parecer los chicos un poco
mayores que nosotros tenían por costumbre ir donde Curro y preguntarle lo mismo
que nosotros: ¿tienes Bisontes sueltos? Y cuando Curro decía que sí ellos le
contestaban: “pues átalos que son peligrosos”.
Esos dos cigarrillos fueron los primeros y los últimos
que probamos; aquello estaba malísimo y además nos dejó una lengua asquerosa
con sensación a madera. No encontramos el placer de fumar por ningún sitio. Yo
tengo que confesar que en la mili lo volví a probar, esta vez con Fortuna, mas
el resultado tuvo la misma fortuna y según me han contado todo el mundo tuve la
gran fortuna de que no me gustase.
Te reías del dolor, de si hacia frió o hacía calor,
si había dinero o solo sudor.
si había dinero o solo sudor.
Los dos
nos sacamos el carné de conducir el mismo día. La primera vez nos suspendieron
a los dos: a él en teórica a mí en prácticas. A la siguiente los dos aprobamos
y recuerdo perfectamente que tuvimos que andar la distancia que separa un
pueblo del otro, y anduvimos los más de ocho kilómetros riéndonos de esta forma
tan peculiar de celebrar la obtención del carné. Otra vez en el último día de
la feria del pueblo, cuando ya era tardísimo y no había casi nadie por el
recinto ferial, nos subimos a un auto de
choque y nos encontramos con que el
coche estaba saturado de fichas y no tragaba ninguna más, pero andaba sin
introducir nueva ficha; poco a poco fuimos acabando con todos los que habían en
la pista y nosotros seguíamos; los operarios de la atracción ya estaban desmantelando
lo que podían y nosotros solos por la pista dando más vueltas que una peonza.
Nos mirábamos de soslayo y nos reíamos como locos, hasta que Nicasio se harto y
me dijo: “vámonos”. Luego se lo
contamos a uno de los chicos que había en la pista y en vez de enfadarse se
reía con nosotros y nos decía: “pues no
os he echado yo maldiciones y además creía que erais maricas con tantas risitas
como os traíais”.
Con el mismo
equipaje en el mismo tren que me marche he vuelto
hacer el viaje
hacer el viaje
Así fueron ocurriendo unas historias y otras
hasta que llegó nuestro más triste acto:
la separación por el servicio militar. A mí me tocó el Ferral del Bernesga en
León y él se fue para san Gregorio en Zaragoza. Y a partir de esta bifurcación
de caminos se congeló nuestras relaciones y después de la mili yo ya no volví al pueblo. Me
quedé fuera trabajando y no volvía apenas por el pueblo, y así pasaron más de
tres décadas sin vernos, y sin saber el uno
del otro.
A tu nueva
dirección con el mismo traje y la misma ilusión he ido,
he ido a buscarte
he ido a buscarte
Él fue el primero que me habló de democracia, de dictadura, de anarquía, de autocracia, de tecnocracia, de Sócrates, de su mayéutica y de su “solo sé que no sé nada”, de Platón, de Kierkegaard, de Marx y su Capital, de Dolores Ibárruri, del PCE, de Mahatma Gandhi y “su no colaboración, no violencia”. Cada vez que veía a un niño o grupo de niños harapientos soltaba la frase: “todo lo que se come sin necesidad se roba al estómago de los pobres”. Si veía los domingos en el campo a los hombres, mujeres y niños recogiendo el algodón siempre me decía ahí los tienes rompiéndose el espinazo para que el patrón se forre con su esfuerzo; el domingo es día de descanso y misa, pero solo para los ricos; aquí el gobierno y la iglesia cierran los ojos. Esto en Rusia no pasa, los niños deben ir al colegio obligatoriamente y nada de trabajo hasta que no son mayores de edad; allí la cultura es lo principal y no hay ningún analfabeto, no como aquí que la gran mayoría son analfabetos para gran alegría de los patronos y de los gobernantes. Cuándo vendrá a España un Che Guevara que gobierne para el pueblo y mande a este dictador fuera del país. Los domingos si veía en la televisión el fútbol solía decir que el fútbol es el opio del pueblo, que Paco Pantanos lo ponía todos los domingos para que el pueblo no se parase a pensar en lo que tenía que pensar, que ya lo había copiado de los romanos cuando le daban al pueblo, gratis et amores, el pan y el circo.
Curiosamente, un día, no recuerdo por qué motivo, si fue por un final de
algún trofeo, si porque el equipo podía cambiar de categoría o por cualquier
otra cosa, es caso es que asistimos a un partido de fútbol, y lo que ocurrió
después fue la consagración absoluta para no volver más a un partido de fútbol,
y para que este deporte aún hoy en día siga sin gustarme. Resulta que el equipo
no iba bien y en una jugada hubo un penalti y no se lo pitaron, o le pitaron
uno en contra (no recuerdo porque nunca presté ninguna atención), el caso es
que el público se hecho al campo a agredir al árbitro; la guardia civil salió,
como es lógico, a defenderlo y allí vi perfectamente cómo un individuo con una
histeria muy profunda le arreó una bofetada tremenda a un guardia civil
quitándole el tricornio. Tricornio que se quedó en el suelo y que no se atrevió
a coger el guardia. En los vestuarios refugiaron al árbitro y allí estuvo hasta
que llegaron los refuerzos y lo trasladaron hasta el cuartel, que está tan solo
a unos trescientos metros del campo fútbol. Mientras esto ocurría por otro lado
otro grupo de personas se fueron al coche del árbitro y lo arrojaron al río que
está justo pegado al campo de fútbol. Según mi pobre opinión todo esto se
estaba mascando, ya que durante el desarrollo del partido alguien golpeó al
juez de línea y este hombre ya no se atrevía a ir por la raya que limita el
campo sino que iba bastante más adentro de la raya para evitar otra bofetada
inesperada, y más de uno de los
componentes de este público asistente le gritaba al árbitro que muy cercano
estaba el río y que allí iba a acabar si seguía con su comportamiento. No sé
quién tendría razón (si es que la había), lo único que sé es que este
comportamiento es totalmente indigno de personas y de deportistas, y
desgraciadamente hoy en día no solo no se ha acabado con ese comportamiento
sino que se ha agravado y cada día es más popular. Por ese motivo siempre me
han gustado más lo deportes individuales: Atletismo, natación, tenis, boxeo…
El
guardacoches me ha entrado por la puerta del servicio
y me ha metido en un cuarto
Me
comentaba Nicasio que siempre había que luchar porque gutta cavat lapidem. Tenía por costumbre usar muchas frases latinas y eso de que, yo supiese,
jamás aprobaba el latín, pero recordaba fielmente aquellas frases que le
interesaba para mantener activo y culto
su diálogo con cualquier persona. Bueno, no aprobaba el latín ni ninguna otra
asignatura que no fuese educación física, más por indolencia que por capacidad;
en educación física era un fenómeno, nadie era más rápido corriendo que él,
pero sobre todo saltando el potro y subiendo la cuerda no tenía rivales. La
cuerda la mayoría de la clase no podían subirla y algunos, muy pocos, la
subíamos con dificultad, mas él se sentaba en el suelo, tomaba aire y soltando
un ¡uaff! comenzaba la ascensión con las piernas en ángulo recto y la subía y
bajaba con una facilidad asombrosa, y cuando terminaba se iba hacía mí y me soltaba: “a ver qué mariconcito de estos Adidas
tiene cojones para hacerlo”.
Desde donde he mirado
Y te he visto bien vestido, en un salón lleno de espejos gente importante a tu lado
Y te he visto bien vestido, en un salón lleno de espejos gente importante a tu lado
Siempre
se negó a llevar pantalones de campana y zapatos de plataforma, porque, según
él, esos zapatos era pura hipocresía ya que lo único que se intenta con ellos
es aparentar ser más alto de lo que en
realidad eres, y esos pantalones era la cosa más ridícula de la moda, ya que
solo servía para barrer las aceras de las calles. Yo llevo mi propia moda —me
solía decir. Tampoco el pelo largo, cuna de piojos, según él, era de su agrado,
y fumar y beber hasta emborracharse lo
tenía apartado de su quehacer diario. Cuando algún cacique o hijo de cacique
cometía alguna tropelía y acababa absuelto siempre decía que la ley debe ser como la muerte que
no perdona a nadie, en clara alusión a Montesquieu. Más de una vez acabamos en
el cuartelillo por culpa de sus repentinos imprevistos. Él era la única persona
por la que un día arriesgué mi vida sacándolo del río en un momento que se
estaba ahogando, y aunque yo tampoco sabía nadar correctamente no lo dudé un
segundo cuando vi a mi amigo en peligro y me tiré a sacarlo, y con suerte lo conseguí. Después de este acontecimiento
recuerdo que nos fuimos al bar a celebrarlo, y mientras nos tomábamos unas
cervezas se fue a la gramola y puso las canciones del grupo Jarcha: Libertad sin ira, Andaluces de Jaén
y Cadenas. Pero a partir de aquí se tomó en serio el nadar y aprendió tan
bien que era capaz de cruzar el río debajo del agua de un extremo a otro, así
como hacerse unos cuantos largos de piscina sin la menor dificultad. Jamás
hablamos de este hecho a nadie, o por lo menos eso es lo que yo creo, ya que él
no era muy propenso a relatar historias a nadie.
y en tu cara el fastidio, cuando
te han avisado.
Has salido, me has mirado, te has
acordado de mi nombre ¡ALELUYA!
Un día
paseando con las bicicletas, en un camino paralelo a las vías del tren, nos
vimos envueltos en una pelea de gitanos. Asomaron por un lado y por otro de
repente hombres y mujeres armados con cuchillos, palos y tijeras; yo salí de
allí rápido pero él se quedó tranquilo observando cómo se desarrollaba los
acontecimientos. Ni la guardia civil, ni los comisarios de la policía que
vinieron de la capital lograron que dijera nada. Su boca estaba sellada y nadie
ni nada logró que quebrantara su silencio; nadie pudo sacarle otra cosa que no fuese que él no vio nada más que
pelearse a unos con otros, mas no conocía a nadie y no sabría decir quiénes
eran. Sin embargo a mí me lo contó con todo detalle y me relató cómo una gitana
vieja agredía con unas tijeras enormes a otra gitana joven que estaba
embarazada; cómo un gitano denominado Cagancho llevaba un enorme palo con
clavos con el que amenazaba a todo aquel que se le acercaba. Curiosamente solo
hubo que lamentar la pérdida del feto de la embarazada, aunque más de un gitano
acabó en el consultorio médico para curarse las heridas.
Y luego… luego te has marchado
Me has dejado con un saludo,
una cita en tu despacho y una tarjeta en la mano
Hace unos días tuve, por casualidad, noticias de él; averigüé que le va bastante bien, que tiene una empresa y fue cuando decidí, muy contento, ir a visitarlo. Pero toda mi ilusión se fue de repente cuando presentándome ante su secretaria le dije que mi nombre era Obdulio Carpeta, que era amigo de don Nicasio Tufo y que deseaba verlo. Algo menos de un minuto tardó en salir la señorita para decirme que don Nicasio ahora no podía recibirme, y que si buscaba trabajo ahora mismo era imposible, aunque si gustaba le podía dejar a ella mi currículum.
con tu nombre bien bordado
Pero no importa Rogelio,
Mi amigo de infancia, mi amigo de colegio, mi amigo de fiestas y no se ha dignado ni a saludarme; sin escuchar ni siquiera lo que deseo, ni preguntarme cómo me va, ni a qué me dedico. El amigo por el que habría dado mi vida nuevamente si hubiese sido necesario, el amigo al que le había salvado de morir ahogado, ahora no quiso saber nada de mí después de tantos años. Pero tanto puede cambiar una persona —me pregunté. Tanto le hubiese costado salir un momento para darnos un apretón de manos, y si no pudiese en ese momento estar conmigo, poder quedar otro día para hablar entre nosotros. A qué se debería este cambio: a una mujer, al dinero, a las circunstancias o quizá al entrar en este círculo de la sociedad, perdió todo el coraje justiciero que siempre le sobró en su juventud.
esta noche iré a
la cantina
y al viejo Anselmo pediré tu canción
y al viejo Anselmo pediré tu canción
Al
salir de allí cerré la puerta suavemente, casi sin ganas, con el rostro triste,
los ojos entornados y con movimientos
lentos y desganados. Seguramente que cualquier observador podía colegir en mi
diminuta fisonomía una dignidad destrozada. Al cerrar esa puerta había cerrado
mi última esperanza. Había puesto tanta ilusión al enterarme de que mi gran
amigo Nicasio, mi amigo de la infancia, el amigo con el que tanto luché, con el
que compartí toda mi juventud y la única persona por la que arriesgué mi vida
por salvar la suya; después de tantos años saber eso me había llenado de
alegría, y la sangre volvió a correr por
mis venas como el agua de un torrente. Ya me habían prevenido, otros conocidos
que él había cambiado mucho, que ya no
era ni sombra de lo que fue, que después de la mili buscó trabajo y acabó casándose
con la hija del jefe. Que se había
vuelto un explotador, que era el patrón que menos pagaba a sus obreros, que no
les pagaba las pagas extras, que solo les daba quince días de vacaciones, y que
era una de las personas más odiadas en el pueblo; pero que en este puto pueblo
nadie lucha y todo el mundo va a lo suyo, que era más importante ser el pelota
del jefe que ser delegado de trabajo, y que cuando había alguna denuncia avisaban a las empresas y en poco tiempo la
orilla del río y los alrededores se llenaba de operarios esperando que los
inspectores se fuesen de la empresa para volver luego, pasado el peligro. Me
costaba creer todo esto que oía, pero también es cierto que como decían los
antiguos cuando el río suena…, y lo más curioso es, me afirmaron, que se había
hecho Hermano Mayor de la cofradía de la Oración del Huerto. Esto sí que
entraba dentro de lo inverosímil.
En la misma mesa beberé por los dos,
y entre mil copas me reiré del dolor,
y entre mil copas me reiré del dolor,
Pensé en quedarme esperando en la calle para obligarlo a verme y soltarle un par de frases, pero no lo hice porque veía que mi amigo ya no era el mismo; no era la persona que conocía, éste era otra persona totalmente desconocida, quizá ahora se había transformado en esa persona que él tanto odió y que tanto intentó combatir en su juventud.
Yo reiré ja yo reiré
Me reiré de tu adiós, de mis zapatos, de tu confusión,
del pantalón, de tu frac, de tus espejos y de tu salón.
Me reiré de tu adiós, de mis zapatos, de tu confusión,
del pantalón, de tu frac, de tus espejos y de tu salón.
Pensé en olvidarlo todo, pero al final me acordé de una de las muchas canciones que escuchábamos en nuestro tiempo de libertarios. Aquella canción que oíamos de jóvenes: Rogelio, de Patxi Andión. Una canción que hablaba de amistad y desengaño; de dos amigos a los que les había pasado lo mismo. Fui a casa, busqué el casete e hice un paquete con él y se lo envié a su oficina con una tarjeta donde escribí:
Que Dios te siga dando suerte.
Obdulio Carpeta.
P.D. No te preocupes que si te veo no
te saludaré, no quiero avergonzarte.
Y cuando te vuelva a ver te diré:
¡Muy buenas tardes! ¿Qué tal está usted? Y como no,
te pediré un favor para que esa noche duermas un poco mejor.
¡Muy buenas tardes! ¿Qué tal está usted? Y como no,
te pediré un favor para que esa noche duermas un poco mejor.
Justo acababa de salir de entregar este
paquete cuando alguien por detrás estaba gritando mi nombre. Me paré a ver
quién era. Llega un señor que me conocía perfectamente y que yo no tenía ni
idea de quién era.
—Pero, Obdulio, no me conoces.
—Lo siento, pero así es.
—Soy Antonio, Antonio Marchena.
Al final acabé reconociéndolo y me pidió ir
al bar a tomar una cerveza. Fuimos al bar Charlot, un bar con el mostrador de
metal, las mesas de mármol con el soporte de hierro forjado y las sillas
también de hierro forjado que al sentarse estaban frías y después de un rato
notabas su efecto en los glúteos. Este mobiliario le daba un aspecto antiguo al
bar. Las paredes estaban repletas de fotos, carteleras de películas y objetos
todos ellos relacionado con Charles Spencer más conocido como Charles Chaplin y más aún como Charlot. Allí, Antonio, me
relató que se había hecho guardia civil, que llegó a ser sargento, que ya
estaba jubilado, y me preguntó qué me
había parecido el camarada Nicasio. Dijo camarada con un retintín cargado de
bastante ironía. Le contesté que no me había recibido, que estaba muy ocupado y
él se echo a reír. Siempre estuvisteis juntos y ahora después de tantos años no
tiene tiempo para recibirte: ¡menudo camarada! —me contestó. A mí tampoco me
saluda. No me reconoce. Ahora sus amistades son otras, tan diferentes a las
anteriores. Ver para creer, amigo
Obdulio. Después de una charla agradable donde recordamos tiempos pasados y no
reímos en algunos momentos, nos despedimos habiendo quedado para vernos en otro
momento.
Cuando desperté de esta semiinconsciencia, la música hacía
tiempo que había terminado.
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